Jorge Díaz: “La música no tiene fronteras, tiene caminos que uno elige recorrer”
Una conversación profunda con uno de los guitarristas más respetados del jazz chileno, donde reflexiona sobre su evolución, su visión del aprendizaje, la enseñanza y el arte de improvisar desde el alma.

Hablar con Jorge Díaz es entrar en un universo donde la guitarra se convierte en voz, y la música en una forma de mirar la vida. Su trayectoria ha estado marcada por la honestidad de quien no busca etiquetas, sino autenticidad. Desde sus inicios autodidactas hasta sus años junto a agrupaciones emblemáticas como La Marraqueta, Díaz ha recorrido escenarios del mundo dejando una huella silenciosa pero profunda, la de un músico que no necesita ruido para ser escuchado.
En esta conversación con Revista Digital Fortalece, el guitarrista reflexiona sobre su aprendizaje “de la calle”, la importancia de la improvisación, su mirada sobre el jazz contemporáneo y el valor de enseñar desde lo humano. Su historia revela no solo la evolución de un artista, sino la de un hombre que ha encontrado en la guitarra un canal para transformar emociones en lenguaje.
Jorge, comenzaste tu carrera musical en orquestas tropicales y shows de variedades antes de adentrarte en el jazz. ¿Cómo influyó esa experiencia inicial en tu enfoque actual como guitarrista de jazz?

La verdad es que en mí, el haber tocado música como de cumbia y todas esas cositas no influyeron como guitarrista de jazz, sino que influyeron como músico, había que aprender cosas que no tenían que ver con mi estudio, con mi dedicación y eran cosas distintas, entonces tenía que sacarlas a oído porque nunca había partituras y eso yo creo que me ayudó a tener una disciplina del trabajar el oído, armónicamente, melódicamente y por supuesto es algo muy valioso, que deja como aprender así de la calle.
Eres autodidacta y has mencionado a John McLaughlin como una de tus influencias. ¿Qué aspectos de su estilo resonaron contigo y cómo los incorporaste en tu desarrollo musical?
Yo soy autodidacta, claro, como guitarrista 100% autodidacta y lo que me llamó a mí la atención de John McLaughlin es que, bueno, su técnica de mano derecha, eso yo creo que me marcó para siempre, a pesar de que ya es demasiado exigente y a esta altura ya tengo tendinitis, pero sí, me marcó mucho la técnica de él, bueno, por supuesto la música de él también, como un factor rítmico que él tiene que es muy especial, que me gusta mucho, aunque nunca lo he podido incorporar, pero es como, él toca como música india, en cualquier sea el estilo que esté tocando, siempre es como muy hindú para tocar, así que, no, es tremendo y su composición es maravillosa, es un tipo genial realmente.
Formaste parte de agrupaciones emblemáticas como Los Titulares y La Marraqueta. ¿Qué aprendizajes clave obtuviste de esas experiencias colaborativas?
Fui parte de los titulares y la marraqueta. La verdad es que los titulares como que fue algo más de paso y nunca enganché muy bien. Nunca me sentí tan de la banda tampoco, pero eran como cosas nuevas que tenía que vivir y me pareció bien en ese momento.
Y eso, pero la marraqueta sí marcó bastante mi vida, la marraqueta por las personas que tocan ahí. Pedro Udín, Pablo Lecaro, Andrés Pollack, son músicos buenísimos, con los que tenía una convivencia maravillosa y funcionaba realmente como grupo. Era muy bonito eso, me gustaba, pero claro, después ya como que hay que tomar su camino.
Pero me enseñaron como el hacer música desde, no la perspectiva del jazz, sino que desde fusionar lo que sea con lo que sea y eso me encantó. Porque claro, cuando uno es más chico, de repente piensa que los estilos son muy importantes, que si uno es jazzista debe ser canuto del jazz y nada que ver, uno es músico, ante todo. Y eso es algo que me marcó, aunque lo aprendí un poco más tarde, pero sí, me marcó mucho.

“Aprender en la calle me dio una disciplina que ningún libro enseña. Afiné mi oído entre lo armónico y lo melódico, y eso me marcó como músico para toda la vida.”
Has llevado tu música a escenarios internacionales en países como Francia, México, Brasil, Costa Rica y Perú. ¿Cómo ha sido la recepción del jazz chileno en estos lugares y qué desafíos has enfrentado al presentarlo?
Bueno, hemos viajado con distintos… He viajado con distintos grupos. Bueno, justamente con la Marraqueta viajamos harto. También he viajado con otra gente. Bueno, la cosa es que yo creo que la recepción del público siempre fue buena. No sé, pues con la Marraqueta hicimos Francia, Estados Unidos, un montón de países. Y siempre nos fue bien porque la Marraqueta era un grupo que sonaba muy bien y que tenía la peculiaridad de ser como este jazz criollo, como le decía Pedro. Y fue bien recibido siempre. Y claro, por ejemplo, en Indonesia, que fuimos con un trío que yo tenía, también nos fue super bien y nos invitaron a otro festival. En realidad, es un trabajo que no podría decir yo cuánto le gustó a la gente o no. Está hecho de forma honesta y lo mejor posible, y eso al menos se nota. La recepción es como tan relativa, pero eso, han sido muy bonitas experiencias. Todos los viajes son muchos, muchos.
En tus proyectos personales, como Club de Tobi y Bloody Bop, has explorado nuevas sonoridades. ¿Qué te motivó a crear estas propuestas y qué buscabas transmitir con ellas?
En mi primer disco, Club de Toby, a mí me gusta mucho la fusión. Yo no me considero un músico de jazz, pero sí, a veces como para describirme y no hacerme problemas, me catalogo como un músico de jazz, pero me gusta de todo, me gusta la fusión, en realidad, me gusta como juntar cosas con cosas. Y en el club de Toby, yo estaba súper como metido con la guitarra sintetizada, me encanta, todavía la uso, aquí en mi casa, por lo menos. Y parte de lo que yo hacía en general en ese tiempo tenía que ver con eso. Y el bloody bop es, muy por el contrario, es como guitarra de caja, así más limpiecita, con un poco de, y listo. Son sonoridades bien opuestas. La verdad es que lo que quiero transmitir siempre con eso es como distintas formas de sonar, hablando yo, hablando desde mí, desde mi música, desde mi mensaje. Siempre se trata de eso, de hablar desde lo personal, digamos, o grupal, pero como con el contenido que uno tiene disponible. Disponible. Entonces, yo creo que los sonidos son aportes, son colorcitos que uno se puede incorporar. Pero como te digo, el mensaje siempre es lo que uno tiene que decir internamente, lo que se propone con un grupo. Eso es lo más bonito de la música, el comunicarse, el transmitir, el aprender de todo. Eso es lo más lindo.
La improvisación es una parte esencial del jazz. ¿Cómo abordas la improvisación en tus interpretaciones y qué estrategias utilizas para mantenerla fresca y auténtica?
La improvisación es fundamental. Dentro de la música que yo hago, prácticamente todo tiene improvisación. Tiene estructuras, pero tiene improvisación siempre. Lo que yo hago no es como tanta estrategia. Lo que yo hago como uno de los objetivos de mi vida todos los días es tratar de ser mejor guitarrista para tener más control de lo que pasa en mi cabeza y poder llevarlo a la guitarra. Me gusta tener la sensación de que lo que suena en mi cabeza llega a sonar a la guitarra. A veces no lo logro, me cuesta, y por eso estudio todos los días desde bien temprano. Pero un mayor plan, una estrategia misma, no. Es sencillamente cerrar los ojos y tratar de llegar donde quiero llegar. A veces lo consigo, a veces no, pero siempre el proceso es maravilloso.

“No siento obligación con el jazz, pero sí con la música. Hay que mirar hacia los jóvenes, aprender de ellos y entender que la evolución es parte de estar vivo.”
Has trabajado con artistas de diversos géneros, desde la balada con Cecilia Echeñique hasta el pop con Joe Vasconcellos. ¿Cómo adaptas tu estilo para colaborar en estos contextos tan variados?
Que si he trabajado?, claro, con gente de otros estilos, sí. La verdad es que yo no me siento muy como un guitarrista de sesión, un músico que es capaz de trabajar en todos los ámbitos, a pesar de que lo he hecho por cosas, no sé, casuales. Estuve de guitarrista en el Festival de Viña, estuve con Joe, con la Ceci, muchos años, 22 años, más o menos, con la Cecilia Echenique. Son experiencias bonitas, pero la verdad es que con la única que yo pude hacer como algo más personal es con la Cecilia, porque la Cecilia me daba esos espacios, porque se podía. Se podía y a la Cecilia le gusta mucho la música, le gusta probar cosas. Ella es una gran música y una muy buena amiga también. Pero yo no me siento como que haya hecho una gran carrera de esos, a pesar de que lo hice porque era trabajo, porque con Joe lo pasábamos la raja también, era muy entretenido. Con Joe tenemos un cariño todavía, a pesar de que hace muchos años que toqué yo con él. Entonces, sí, la verdad es que traté de adaptarme lo mejor que pude, pero nunca quedé satisfecho con esos trabajos.
Como docente, has influido en nuevas generaciones de músicos. ¿Qué principios consideras fundamentales al enseñar jazz y cómo fomentas la creatividad en tus estudiantes?

Como, como profe, yo, bueno, sí. Me he dedicado hace muchos años a enseñar y partí porque yo necesitaba aprender, afianzar y asegurar mis conocimientos me parecía muy, muy bueno enseñarlos, porque eso me, me daba claridad. Y, por supuesto, me empezó a gustar y me quedé en eso trabajando. Yo hoy en día considero que ese es mi trabajo. El tocar es como… Es algo que, que practico todos los días y todo, pero no es mi trabajo, yo no vivo de eso. Pero lo que yo le trato de transmitir a los chicos, se dediquen o no a la música, es que en la guitarra hay un mundo, un universo entero donde uno puede explorar, eh, puede, puede aprender mucha música, imitar y todo. Pero lo más importante es que uno tenga un instrumento para poder hablar, para poder comunicarse y desde adentro, que a veces nos cuesta mucho con palabras. Eh, para sacar nuestra pena, nuestras emociones, rabia, alegría. Eh, todo eso se puede lograr, eh, con la música, con un instrumento. Eh, y como, como te digo, no es algo que es solo, eh, perteneciente al músico profesional, es para cualquier persona. Me costó entenderlo, pero sí, eso es. Y es muy lindo que uno pueda expresarse en su nivel con un instrumento, eh, porque realmente yo ahí considero que hay un, un, un cruce entre lo terapéutico y, y lo musical muy profundo. Eh, a mí me hace bien tocar guitarra y a veces cuando estoy triste lloro tocando y lloro de verdad y mucho. Eh, y a veces me pongo muy contento y me, me energiza todo el día, pero siempre es positivo, siempre es positivo. Eh, eso le trato de inculcar a mis alumnos, que, que, que tengan su voz propia, que hablen de sí mismo, que se expresen, que se entiendan.
La escena del jazz en Chile ha evolucionado con el tiempo. ¿Cuál es tu perspectiva sobre su desarrollo actual y qué crees que se necesita para fortalecerla aún más?
El jazz sí ha evolucionado muchísimo, muchísimo. Es todo tan rápido como, como ha sido la tecnología en estos últimos años, eh. Em… Yo creo que han cambiado ya los parámetros de qué, qué es lo que es ser un jazzista. Antiguamente, yo… To– Bueno, todavía lo considero así, que, que para mí el, el, el nuevo, digamos, eh, la nueva corriente principal del jazz tenía que ver con todo lo que pasó desde el be bop para adelante, porque ya más atrás es como, para mí, por lo menos, un poco desconocido. Eh, y por otro lado, yo no quiero, o sea, nunca he querido ser un purista del jazz, no me interesa, pero para nada. No, tampoco me, me interesa catalogarme de jazzista. No, no, de verdad que no, no es, no es mi tema. Pero yo creo que los parámetros, eh, sí, el básico era como que tuviera be bop, eh, la improvisación. Creo que ahora ya no, no es, no es tan importante. Hay formas distintas de hacer la música, de hacer el jazz y es muy respetable y es algo que yo quiero aprender y que también, eh, lo ejercito y, y lo trato de aprender con amigos que yo tengo que son el– tienen, eh, la mitad de mi edad, que son tremendos músicos y que tienen mucho que enseñarme y que los escucho atentamente. A veces no me conocen ellos y yo los sigo por redes o a veces son alumnos míos, a veces son sencillamente gente que me topo en el camino y que me encanta como, como hacen la música. Eh, y creo que es complementario con lo que yo hago y por eso e-en algún momento siento esa conexión y esas ganas de, de, de escucharlos atentamente y tocar con ellos y aprender de ellos. Creo que el que no se da cuenta de esas cosas, eh, está ciego, está ciego, sencillamente. La música es la música, no se detiene por nada y los estilos son lo único que a veces podría detenernos. Y entonces… Y sobre todo como pensando en, en, en, en el conservacionismo de un– de una, de una cosa que no nos pertenece tampoco, o sea, que es un patrimonio del– de la humanidad, pero que, que no tiene por– no tenemos, eh, por qué ser nosotros los encargados de, de conservar algo que, que no nació acá. No sé, siento… Yo no siento ninguna obligación con el jazz, pero sí con la música. Y, y siento la obligación de que todos debiéramos estar actualizándonos y mirar hacia lo– hacia la gente joven y hacia la gente más vieja.
Mirando hacia el futuro, ¿qué proyectos o colaboraciones te entusiasman y qué metas personales te has propuesto alcanzar en tu carrera musical?
A ver, eh, pucha… Eh, me pasa que me gusta un montón de cosas. Eh, por ahora, mi, mi norte más cercano es que tengo un disco que hice con mi amigo Jimmy Zambrano, que es un baterista de Concepción, muy buen músico. Hicimos este disco a dúo que lo vamos a lanzar prontito, eh, que es un EP hasta el momento. Y, y nada, o sea, no me gusta planificar mucho, eh, como colaboraciones. Eh, me gusta tocar con gente y descubrir qué es lo que pasa. A veces uno imagina que va a ser una experiencia muy maravillosa y a veces no es, no es, no es como lo que uno piensa y a veces uno se lleva sorpresas muy gratas también. Pero personalmente yo estoy en una, en una parada en donde yo necesito estudiar y aprender más, porque creo que me falta para llegar a una expresión musical más completa, más, eh, como más personal, de poder interpretarme bien mi cabeza en la música y me falta. Y creo que ese es mi objetivo y va a ser mi objetivo de siempre, el mejorar todo mi, como mis aspectos posibles, eh, de la música, de mi música, intentar componer mejor, intentar tocar mejor, intentar enseñar mejor. Eh, eso es como mi gran objetivo de la vida hoy. No, no tengo necesariamente ganas de tocar con alguien especi– alguien en específico. Tocar con la gente, sí, y aprender de ellos.
Jorge Díaz habla desde la verdad que solo da la experiencia. Su visión de la música va más allá del virtuosismo: es una búsqueda constante por expresar lo que habita dentro. En sus palabras resuena el respeto por el oficio, la curiosidad por aprender siempre, y la humildad de quien sabe que el arte no se domina, se comparte.
Su guitarra no solo interpreta notas, interpreta emociones. Desde el jazz hasta la fusión, desde la docencia hasta la creación, Díaz representa a una generación de músicos que entienden la música como un diálogo profundo entre el alma y el sonido. Un artista que, lejos de buscar reconocimiento, prefiere seguir explorando nuevos caminos, tocando desde la honestidad y dejando que su música siga hablando por él.
Revista Fortalece 2025
